domingo, 25 de noviembre de 2007

Reivindicación a Oscar

¿No me odias, dices? Esa afirmación consuela mi vida; parte de mi camino de piedras, baches, tierra y a veces minas. Una pequeña parte de ese camino se aplana con tu perdón, te lo agradezco. Aunque ahora he de comenzar de nuevo. No importa. ¿Dónde han estado todo este tiempo las conversaciones sin fin? ¿Acaso los buenos recuerdos le cedieron su lugar a la sombra de mi ezquizofrenia? Supongo que eso fue. Mi bipolaridad a veces me lleva a extremos muy drásticos, como la injusticia que cometí contigo. ¿Tú que culpa tienes de mis manías, de mi vida vacía y aburrida? Ninguna, al contrario, de ti sólo guardo buenas experiencias, que me han hecho crecer en algún aspecto, que me han llenado de alguna forma, o de muchas. Es difícil conocer verdaderamente a la gente en grupo, o al menos lo es para mí. Pero conocerte sólo a ti, fue genial. Las conversaciones sin fin siempre fueron lo mejor. Es lo mejor de la vida, ¿podría llamarse vida si no existieran? Sólo que hay temporadas en que la bestia que lleva mi nombre despierta y le gusta destruirlo todo en su afán de sentirse importante. Y todo se va al diablo. Luego se vuelve a dormir, entonces sólo me acompaña la soledad, que pone a la almohada com hombro, pero luego me lo quita y no tengo a dónde llorar. Peor preferí no llorar, no esta vez, mejor asumir y enfrentar, y fue lo que hice. Y sabes, he pagado mi pecado: se fueron las conversaciones sin fin y tu sonrisa. El daño está saldado. Ahora es otro tiempo, otro momento. A la bestia la acabo de poner en coma, ya está apunto de entrar a estado vegetativo. No pude morir porque entonces tendría que morir yo, pero puede dormir el resto de mi vida. Sólo debo inyectarle su morfina de serenidad, elocuencia, paciencia, alegría, razón y voluntad. Una dosis diaria bastara. Tengo unos meses haciéndolo, y los doctores de mi conciencia me han dicho que mayores dosis y no volvera a despertar. Así ya no estorbándome sólo yo tengo las riendas de mi vida, y quiero que estés allí. Yo también quiero estar en la tuya. Sólo las amistades verdaderas te ayudan a cargar el peso de tu existencia. Yo te ayudo con algunos kilos, o toneladas, no importa lo que me quieras confiar. Y mi hombro será el pañuelo de tus lágrimas. Y espero que sepas que los mejores tiempo de las conversaciones eternas aún no llegan. Gracias por todo Oscar, no estoy dispuesta a volvera perder tu amistad. Te quiero mucho. Gracias por ser un gran personaje en la novela de mi vida. Y yo interpretaré el papel que me digas en el libreto de la tuya.

1 comentario:

BETO Faithless dijo...

Chido que recuperaste a tu amigo.

No te olvides de la bestia, dale algún espacio controlado, talvez surja algo bueno de ella, o por lo menos un gran reto.

En otras cosas, la historia del blog no se me ocurrió por nada en especial... fue sólo cuestión de encontrar el estado de animo adecuado; a veces uno se llena de decepción y dudas, y por algún conducto tienen que salir, no se me ocurre uno mejor que contar una historia.

Saludos, cuídate.